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Una década después de The Revenant, esta es la película por la que Leonardo DiCaprio debió ganar realmente su primer Oscar

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Nader Castillo

diciembre 28, 2025

En 2016, Leonardo DiCaprio finalmente obtuvo el Oscar que durante años parecía esquivo gracias a The Revenant, dirigida por Alejandro González Iñárritu. Fue una actuación extrema, marcada por el sufrimiento físico, el silencio y la resistencia frente a un entorno hostil. Nadie discute que el premio fue merecido. Sin embargo, el verdadero problema no es si DiCaprio lo ganó justamente, sino cuándo debió haberlo ganado. Para muchos, ese Oscar funcionó más como un reconocimiento acumulado a toda su carrera que como un premio exclusivo a una sola interpretación. Su trabajo más completo, exigente y transformador había llegado más de diez años antes, en The Aviator de Martin Scorsese.

The Aviator es la actuación donde Leonardo DiCaprio demuestra todo su rango, combinando carisma, inteligencia, ambición y un descenso psicológico devastador que define su grandeza como actor.

Estrenada en 2004, The Aviator fue la segunda colaboración entre DiCaprio y Scorsese, después de Gangs of New York, y marcó el inicio de una de las alianzas más importantes del cine moderno. En el papel de Howard Hughes, DiCaprio despliega cada una de sus herramientas interpretativas. Al inicio, presenta a Hughes como un hombre impulsado por la genialidad, la seguridad absoluta y un encanto arrollador. Se mueve con soltura entre Hollywood, la élite empresarial y la aviación, convencido de que el mundo debe adaptarse a su visión.

A diferencia de otros papeles donde intentó ocultar su magnetismo, aquí DiCaprio lo utiliza como parte esencial del personaje. Es seductor, dominante y brillante, y Scorsese construye la película alrededor de esa presencia. La seguridad de Hughes se siente auténtica, no impostada, y permite entender tanto su éxito público como su vida sentimental, incluida su relación con Katharine Hepburn, interpretada por Cate Blanchett, quien sí ganó el Oscar por ese papel.

Lo más impactante es la naturalidad con la que DiCaprio establece ese punto de partida. Hughes parece cómodo en su genialidad, rápido en sus decisiones y dueño de cada espacio que ocupa. Esa base sólida es clave para que el deterioro posterior resulte tan devastador y creíble.

DiCaprio no interpreta la locura como un espectáculo, sino como un proceso incómodo y progresivo que desmantela, escena a escena, la imagen de control que él mismo construyó.

A medida que avanza la película, DiCaprio comienza a desmontar cuidadosamente esa fachada. La paranoia y el trastorno obsesivo compulsivo de Hughes emergen de forma gradual, sin giros bruscos ni golpes efectistas. La interpretación se vuelve más áspera, repetitiva y físicamente incómoda. DiCaprio no suaviza la enfermedad mental ni la presenta como algo noble. Acepta mostrar a Hughes aislado, descuidado, atrapado en rituales y pensamientos que lo alejan por completo del hombre que conocimos al inicio.

Muchos biopics convierten el sufrimiento en una herramienta para generar empatía fácil. The Aviator hace lo contrario. La decadencia de Hughes es desagradable, claustrofóbica y emocionalmente agotadora. No hay redención clara ni un arco inspirador. DiCaprio asume el riesgo de incomodar al espectador y de erosionar su imagen de estrella, algo especialmente significativo en una etapa donde aún cargaba con la sombra de Titanic.

Cuando DiCaprio finalmente ganó el Oscar por The Revenant, su actuación estaba basada casi por completo en la resistencia física y la supervivencia. Era un esfuerzo visible, directo y fácil de premiar. Sin embargo, la dificultad no siempre equivale a profundidad. En esa película, DiCaprio reacciona más al entorno que a otros personajes, sacrificando parte del ingenio, la verbalidad y la complejidad psicológica que han definido sus mejores trabajos.

The Revenant fue el momento perfecto para que la Academia saldara una deuda, pero The Aviator sigue siendo la actuación que mejor encapsula todo lo que Leonardo DiCaprio puede ofrecer como actor.

The Aviator permanece como la expresión más clara del talento de DiCaprio: un equilibrio preciso entre encanto y oscuridad, control y colapso, genialidad e impulso autodestructivo. Su Oscar no llegó tarde, pero sí pasó por alto la interpretación que realmente merecía marcar ese hito en su carrera.

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