Richard Linklater recrea un clásico histórico con una precisión sorprendente
Tener dos películas estrenándose al mismo tiempo podría parecer una jugada planificada al estilo Use Your Illusion I y II, pero Richard Linklater insiste en que nada estuvo premeditado. Nouvelle Vague llegó a Netflix justo cuando Blue Moon se estrenaba en cines bajo Sony Pictures Classics, pero esa coincidencia se dio sin intención. Aun así, el resultado es fascinante: dos obras que dialogan entre sí desde extremos opuestos de una carrera artística.
En Nouvelle Vague, seguimos los primeros pasos de Jean-Luc Godard (Guillaume Marbeck) mientras dirige a Jean Seberg (Zoey Deutch) y Jean-Paul Belmondo (Aubry Dullin) en su debut Breathless. En Blue Moon, Ethan Hawke interpreta a Larry Hart en la noche del estreno de Oklahoma!, tratando de aparentar alegría por el éxito de su antiguo compañero creativo, Richard Rodgers (Andrew Scott). Hart moriría solo siete meses después. Es el ocaso total.
Mientras Nouvelle Vague desborda creatividad y futuro, Blue Moon explora el desgaste, la frustración y las heridas abiertas. Linklater filmó ambas seguidas, y aún hoy reconoce cómo su estado anímico cambiaba radicalmente entre una y otra. “Nouvelle Vague fue pura alegría; Blue Moon fue agotadora”, dijo el director.

El propio Linklater admite que estas películas forman un par inseparable. Aunque no planeó estrenarlas juntas, reconoce que funcionan casi como reflejos opuestos: el inicio y el final de una vida artística.
La primera rebosa entusiasmo juvenil; la segunda ahonda en la desesperación de un hombre que ya no puede escapar de su propia tragedia. Linklater incluso afirma que ambas podrían formar una trilogía si se sumara Me and Orson Welles (2009), otra historia sobre los inicios de un creador legendario.
Cuando le preguntaron si le pesó pasar de una historia llena de energía a otra tan sombría, respondió entre risas que agradecía haber filmado primero la luminosa. “Blue Moon fue difícil; estábamos reduciendo a Ethan a la mínima expresión emocional”, admitió.
Linklater nunca había estado “tan metido bajo el capó” de otra película como ahora. Para recrear Breathless, su equipo tuvo acceso a fotos, reportes de cámara, nóminas y un archivo sorprendentemente detallado del rodaje original.
Incluso utilizaron la cámara real con la que Raoul Coutard filmó la película. La encontraron en un archivo donde estaba guardada tal como él la había dejado. Cuando preguntaron si seguía funcionando, la respuesta fue simplemente: “Sí, pueden usarla”.
Esa exactitud transforma la experiencia. La famosa escena del doble arrollado por un auto —que Godard terminó descartando— ahora provoca risas al verla en el film original después de conocer el caos detrás de cámaras. Linklater destaca que reconstruir esos detalles fue casi una experiencia espiritual, como “trabajar acompañado por los fantasmas de aquella época”.

Mientras Nouvelle Vague es luminosa y dinámica, Blue Moon es minimalista y devastadora. Hawke contó recientemente que Linklater tuvo que ser especialmente exigente durante la filmación: cualquier gesto demasiado “Ethan” rompía el personaje.
El director lo admite: “Fui un director pesado. Tenía que borrar cualquier signo de seguridad. Larry Hart debía sentirse como una herida abierta.”
La exigencia llegó al punto de que Hawke pensó que Linklater estaba molesto con su actuación, algo que su esposa tuvo que recordarle que era absurdo tras nueve películas juntos.
Zoey Deutch brilla interpretando a Jean Seberg, adoptando distintos niveles de actuación, mezclando francés e inglés, y sumergiéndose completamente en la energía del Nouvelle Vague. Linklater la describe como “una verdadera camaleón”.
En Blue Moon, hay cameos y guiños que solo un cinéfilo notará, como la aparición del director de Funny Farm, George Roy Hill. Linklater admite que dejó su nombre incompleto para que fuese un “regalo” solo para entendidos.
Nouveau Vague y Blue Moon podrían parecer películas opuestas, pero juntas forman un estudio profundo sobre el nacimiento y la muerte del impulso creativo. Son contrastes que se iluminan mutuamente y que demuestran la capacidad de Richard Linklater para explorar el cine desde todos sus ángulos: la nostalgia, la precisión histórica, el sufrimiento creativo y la libertad artística.
Estas películas funcionan como espejos temporales: una celebra los inicios; la otra enfrenta los finales.
Y juntas, elevan aún más la figura de un director que nunca deja de reinventarse.
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